Mimbres sexológicos
A continucación os dejo esta entrevista a Efigenio Amezúa, el Director del Instituto de Ciencias Sexológicas y padre de la Sexología moderna en España. La entrevista se la hizo Benjamín Forcano, teólogo y sacerdote que ha tenido algún que otro problema (como se apartado de la docencia) con la ortodoxia de la jerarquía católica. Se publicó originalmente en la Revista Éxodo, en el núm. 82 (Ene.-Feb. 06)
Tras abandonar el gran público se dedicó por entero a la investigación y la docencia en los Estudios de Posgrado de Sexología, de los que es director y que desde 1993 realizan en convenio con la Universidad de Alcalá. Es también director de la Revista Española de Sexología.
Son bien conocidas sus obras: Ciclos de educación sexual (Fontanella, 1973), La erótica española en sus comienzos (Enlace, 1974), Para hacer el amor como personas (Sedmay, 1975), Guía de los anticonceptivos (1977), País en pubertad, pareja en crisis (Personas, 1979), Amor, sexo y ternura (Adra, 1978).
Como especialista, cabe señalar algunas de sus obras, las más recientes por lo menos, publicadas en Publicaciones de la Española de Sexología: «La letra pequeña de la sexología» (1999); «La letra pequeña de la educación sexual » (2000); «La letra pequeña del asesoramiento sexológico» (2002); «El libro de los sexos: libros de texto de educación sexual y guía del profesorado» (2005)
Desde sus treinta años de actividad científica y profesional responde a nuestras preguntas para ÉXODO.
-Me llama la atención que, cuando en España apenas se escribía abiertamente sobre la sexualidad, te decidieras a cultivar y renovar este campo. ¿Por qué razones?
Yo lo atribuyo a pura casualidad. Acabé la carrera de Sexología en la Universidad de Lovaina en 1971, y cuando llegué aquí lo lógico era trabajar. Muchos me decían que iba a ser difícil, pero era lo lógico. A pesar de las dificultades del principio, siempre ha habido mucho trabajo en este campo. Recuerdo aquellos primeros años como una gran ilusión. Como todos yo viví las censuras y condenas al estilo de los últimos coletazos del franquismo. Tú lo recuerdas también, puesto que nos conocimos en aquellas páginas de la revista Convivencia sexual que fue objeto de secuestros y procesos diversos; pero, sobre todo, fue una forma de iniciar una gran divulgación sexual.
Y así has seguido desde entonces.
Pero en los años ochenta fue otra aventura. Me aburría cada vez más el discurso de la represión y la permisividad que se extendía. Explicar todo por la vía de la represión me parecía y me parece muy empobrecedor, muy reductor. No es que no haya habido represión. Eso está muy claro. Pero no se puede explicar todo por ella. Por eso dejé de escribir durante una serie de años que aproveché para profundizar en algo que me parecía más aportador.
¿Puedes desarrollar esto un poco más?
Desde que acabé mi tesis doctoral tenía una intriga personal pendiente que era entrar a fondo en el legado de las dos generaciones de sexólogos anteriores. Me refiero a las ideas de los autores de las primeras décadas del siglo XX (Havelock Ellis, Magnus Hirschfeld, Iván Bloch, etc.) y los de los años 50 y 60, más conocidos de todos, como eran Kinsey y Masters y Johnson. Esto pude hacerlo al haberme dedicado a la investigación y la docencia en el marco de los Estudios de Posgrado de Sexología que, como sabes, hacemos desde hace muchos años en convenio con la Universidad de Alcalá. Profundizar en estas aportaciones fue para mí algo crucial porque son un auténtico foco de innovación. Creo que las polémicas sobre la represión o no represión -o, como a veces se dice, entre lo prohibido y lo permitido- han desviado la atención de estas aportaciones que yo creo que son de un enorme interés.
¿Podrías indicar, aunque sea de forma muy general, en qué consisten estas aportaciones?
El punto central, por decirlo muy rápidamente, puede ser el axioma de que el sexo es un valor. No en el sentido ético o moral del término -que también-, sino, sobre todo, en su sentido epistemológico. Lo que hicieron de esta forma fue abrir un planteamiento teórico del sexo en términos modernos. El sexo en términos modernos se empezó a plantear tras la Ilustración para indicar la gran cuestión moderna del continuo de los sexos: sus identidades en el mismo plano y, sin embargo, diferenciadas. Y lo que hicieron estas dos generaciones de sexólogos es tomar el sexo en serio.
Esto tiene muy poco que ver con lo que se ha divulgado sobre el sexo. A veces, de una manera simple, hablamos de tres conceptos y no dos: sexo, reproducción y placer son tres conceptos. Y no dos. Con frecuencia, cuando se habla de sexo, de lo que se habla es de reproducción o de placer. El valor del sexo reside en la sexuación. A partir de ahí todo se ve de otra manera. Y las consecuencias son muy grandes.
Como dices, esto es algo muy distinto de la idea que se suele tener del sexo.
Tomar el sexo en términos modernos y en serio es partir de su concepto. Y desde él establecer la lógica de su desarrollo que no son sino las manifestaciones de los distintos modos, matices y peculiaridades de los sujetos sexuados. Seguir este cuerpo teórico es apasionante. Lo primero a lo que nos conduce no es a normativizar el sexo, sino a conocerlo y considerarlo. Los sexólogos de la primera generación crearon un gran número de nociones, como la del continuo de los sexos, la de intersexualidad -todos somos de uno y otro sexo, aunque con dosis distintas de rasgos o caracteres- o la de equilibrio entre los sexos.
De ahí que el principal objetivo del sexo sea sexuar a los sujetos: hacerlos sujetos sexuados. Y de ahí también su aportación principal: que los sujetos se atraen y se comparten, crean relaciones. Los sexos están estructurados para compartirse. Su diferenciación es justamente la clave de sus posibles encuentros. Es este cuerpo teórico el que a mí me parece de un gran interés. Desde él pueden plantearse de forma muy distinta los otros conceptos de placer o reproducción. Pero estas claves explicativas se pierden cuando se va directamente a los planteamientos del sexo como sinónimo de placer, antes para prohibirlo y hoy para permitirlo con unas u otras normas.
Has dicho que te aburría el discurso de la represión y la permisividad. ¿No fue ese discurso de la represión el que produjo la revolución sexual?
Exactamente. Resulta muy curioso lo mucho que se ha hablado de la revolución sexual, tanto en los años treinta como en los sesenta del siglo XX. El discurso de la represión y de la permisividad ha preferido seguir con autores como Freud o Reich (sobre todo este último) de la revolución sexual.
A mí no me ha interesado tanto la revolución sexual. Es más, pienso que ésta no fue sino una excrecencia de la Reforma sexual, que es la que a mí me parece interesante. La Reforma sexual es una cadena de acciones iniciadas en los años veinte por la primera generación de sexólogos. Y fue un movimiento organizado para llevar a la sociedad la obra que se había gestado en estos núcleos de sexólogos.
Se conoce poco de esta Reforma sexual de los sexólogos.
Cuando se estudian las primeras décadas del siglo XX el gran movimiento de interés es éste. Y sólo como una forma de neutralizar a éste aparece ese otro de la revolución sexual animado por la extrema izquierda, a cuyo trapo entrarán las extremas derechas con el tradicionalismo. Lo interesante de la Reforma sexual ha sido su moderación razonable, su carácter dialogante y desde otros contenidos y conceptos. Estos contenidos y conceptos es lo más interesante.
La sección española de la Reforma sexual es un buen ejemplo de ello con líderes bien conocidos como Marañón, en plena producción o la jovencísima Hildegart, que fue el alma de la organización. Lo mismo que Saldana, Juarros, Lucenay, etc., que han dejado una gran cantidad de obras de temática sexológica. Desgraciadamente la guerra civil acabó con todo, lo mismo que unos años antes la subida de Hitler al poder fue liquidando este foco de la Reforma sexual como tantas otras cosas razonables. Cuando se radicalizan las posturas se cierran los debates y la posibilidad de matizar.
Tienes alguna clave que explique la especial severidad del Cristianismo con relación al placer sexual y el pertinaz inmovilismo de la jerarquía católica?
Sobre la severidad del Cristianismo la perspectiva histórica ofrece pistas explicativas fáciles de comprender. Por ejemplo, los griegos planteaban el valor de la Erótica. Junto a este valor no les preocupó de forma especial lo que ellos llamaban porneia (la actual porno), que es lo que el cristianismo de los primeros siglos (sobre todo del IV en adelante) empiezan a tomar como tema especial de preocupación para condenarla bajo la noción de fornicatio o vicio de la lujuria. Tengo la impresión de que hay un estancamiento de ideas impresionante. Las sociedades modernas necesitan hoy otras ideas. No se trata de lo de siempre. Ha habido cambios sustanciales. Y a ellos no creo que se pueda responder con unas ideas periclitadas.
¿Dispone hoy la juventud de un bagaje cultural que le asegure una mejor comprensión y vivencia de la sexualidad o le llegan otros enfoques negativos perturbadores? ¿Qué mojones les pondrías en el camino para prevenirles y orientarles?
Las ideas antiguas tienen hoy un riesgo que es el de quedarse anclado en ellas pensando que el sexo es una cuestión de follar o no follar como en otro tiempo lo fue de fornicación o no fornicación. Muchos, desde esa idea antigua, se conforman con la prevención de enfermedades o de embarazos no deseados. A mí me parece imprescindible la educación sexual, pero no sólo para la prevención, sino para la promoción de una idea moderna del sexo como valor.
¿Qué piensas de la preocupación por el tema de los abusos?
Este tema, hoy muy en candelero, es un ejemplo de cómo la educación sexual ha ido convirtiéndose en una asistencia o prevención en lugar de una promoción del sexo como valor. Esa reducción ha hecho que se refuerce más y más la vieja idea de la división entre lo normal y lo anormal de forma que todo lo que se salga de lo normal sea considerado enfermizo y desviado. O, por definición, peligroso. Es el camino de la criminalización del sexo. Lo que el sexo necesita es un horizonte nuevo: otra mirada, otra consideración.
Havelock Ellis escribió en los primeros años del siglo XX: Entre los sexos se dan más valores cultivables que problemas tratables. Pero nos empeñamos en crear más y más problemas en lugar de explorar los valores del sexo. A falta de una idea moderna de sexo estamos entrando al trapo de un puritanismo importado con una serie de persecuciones de conductas estigmatizadas por este mismo puritanismo cada vez más fomentado. Es una forma de envenenar las relaciones y de desconfiar unos de otros. Si un enfoque del sexo como valor ofrece poder conocerlo y cultivarlo, la desidia y el poco interés por una buena educación sexual constituye un riesgo que en nuestros días lleva el nombre de criminalización.
¿Cómo ves el fenómeno de la violencia sexual?
Recuerdo la conferencia del viejo Profesor John Money en el X Congreso Mundial de Sexología celebrado en Amsterdam en 1991. Se dirigió a los europeos para que no siguiéramos la senda norteamericana de lo que él llamó «industria de los abusos y agresiones sexuales». Yo soy, por definición, contrario a toda clase de guerra o violencia. Me repugna. Y tal vez por eso sea muy crítico con el gran montaje que se ha hecho en torno a esta clase de violencia. Hay dos nociones que no casan: una es el sexo y otra es la violencia. Mi hipótesis es que mientras no se entienda este montaje que se ha pretendido hacer con la fusión de esos dos conceptos incasables no entenderemos lo que sucede. Lo más indicador de la advertencia del Profesor Money es el término «industria». La misma que se usa para la guerra. La violencia entre los sexos es un asunto más organizado de lo que ingenuamente suele pensarse cuando se alude al machismo.
¿Qué impacto ves que puede significar internet sobre el sexo en nuestros días?
Uno muy bueno de comunicación a todos los niveles: de conocimientos, de contactos, etc. Y otro que aún no ha sido evaluado. Me refiero al fenómeno de la pornografización del sexo. Cuando digo pornografización no me refiero a la pornografía, sino a la forma pornográfica de acercarse al sexo a través de sus representaciones parciales. Es lo que a veces solemos decir con la fórmula de que los genitales no dejan ver el sexo. Es bien sabido que la pornografía se nutre de un exceso de presencia de los genitales sobre el sexo, de la excitación comercial sobre el deseo de encuentro. Pero el fenómeno no es exclusivo de internet aunque en este parezca más visible. Para todo esto es importante una buena educación sexual.
En el momento actual ¿ves que la Iglesia Católica y la Sociedad caminan en paralelo (distantes y contrapuestas) o en diálogo y convergencia?
Yo recuerdo, como todos, el fenómeno que representó el Concilio Vaticano II en la sociedad española, especialmente por la necesidad de cambios y de renovaciones. Y, sobre todo, de diálogo y debate. De esto han pasado muchos años. Y hoy la Iglesia se ha quedado muy atrás, muy atrapada en viejos planteamientos, reacia a dar pasos de diálogo con la sociedad, y por eso la veo muy separada de lo que se entiende por sexo en una sociedad avanzada. Lo sucedido en España con motivo de la aprobación del matrimonio civil entre personas del mismo sexo puede ser una muestra de esa divergencia.
A propósito, ¿cómo ves tú el matrimonio entre personas del mismo sexo?
La ampliación de los derechos para todos en una sociedad avanzada ha sido la pieza más importante que se ha planteado. Pero para mí, como sexólogo y, sobre todo, como historiador de la Sexología, el punto más interesante de ese reto es que la sociedad pide y acepta un nuevo concepto de sexo. O por decirlo más claro, de sujetos sexuados como fuente de variedad y diversidad. La sexuación de los sujetos no se rige ya por las reglas de la naturaleza, sino por la lógica de las biografías y sus historias. O, por decirlo de forma más clara, por sus deseos y posibilidades. Este punto me parece de un gran interés para poder replantear y desatascar una gran lista de fenómenos considerados tradicionalmente como anormales y que no son sino formas distintas de esa variedad de los mismos sujetos por razón de sexo. Este punto constituye en Sexología un puntal lleno de sorpresas sobre nociones teóricas nuevas que es preciso plantear si se quiere no quedarse anclado en el pasado. Dicho de otra forma, lo que más me ha interesado es cómo la sociedad hoy ha aceptado que los homosexuales sean pareja con todas las consecuencias y, además, constituyan matrimonios con toda la fuerza de la ley. Es evidente que la sociedad no se plantea conceptos intrincados como nos planteamos los sexólogos, pero la sensibilidad moderna busca una coherencia nueva. Y este caso es un ejemplo de ello.
Te has referido en varias ocasiones a la Educación sexual. ¿Cuál es tu planteamiento hoy sobre ella?
Yo participé en una forma nueva de hacer educación sexual a través del formato conocido como «ciclos de educación sexual». Lo que se logró entre los años setenta y ochenta fue cortar el sistema de charlas e iniciar el de ciclos o series de coloquios abiertos, luego los han dado el nombre de talleres, etc. En los últimos años hemos elaborado un plan que llaman idealista e imposible. Pero también decían lo mismo, en su día, del formato de los ciclos. Se trata de la asignatura optativa de educación de los sexos. La asignatura optativa se basa en las ideas y conceptos y no sólo en las actitudes y, desde luego, no en la prevención. No quiero decir que no sirva para la prevención de riesgos. Al revés, incluso son más eficaces. Pero sucede que en los últimos años lo que se ha hecho ha sido cada vez más prevención; y eso, bajo el chantaje de la urgencia, deja fuera lo más importante que es la educación de los sexos como un valor.
Lo que plantea la asignatura optativa de la educación de los sexos como novedad es un gran cuadro teórico de contenidos que no son objeto de información, sino de estudio y de debate. Y es una apuesta por una idea de sexo pensando en el futuro más que en el pasado. Por eso se trata de una gran apuesta.
¿Podrías expresar a modo de flash algunos puntos que te parezcan de interés?
En nuestros medios hablamos a veces de sexologemas para indicar una serie de axiomas básicos de la sexología de esta primera y segunda generación. Expresados con un poco más de amplitud he aquí algunos.
La antigua concepción del sexo se basó en el locus genitalis y en la cópula; el moderno paradigma de los sexos ofrece un nuevo ars amandi y formas nuevas de relación.
Frente al sexo que se ha divulgado, hecho de miserias, de miedos y peligros, el sexo que plantean los sexólogos de la primera y segunda generación es un campo de riqueza. Y por eso nos invitan a conocerlo y cultivarlo.
Se ha reducido el sexo a una práctica, una conducta. Lo que el sexo necesita es más teoría, más estudio y más conocimiento. Estamos en un momento apasionante para dar un paso hacia una forma distinta de ver el sexo, pero esto requiere un planteamiento teórico nuevo.
Frente a un sexo de miseria, hecho de moral y de fisiología, lo que se plantea hoy con más interés es una epistemología de los sexos. Y lo mismo que sucede cuando los árboles no dejan ver el bosque, la obsesión por los genitalia no deja ver el sexo.
La educación sexual necesita una sacudida para que no se reduzca a una prevención de riesgos y peligros sociales o sanitarios. Como toda educación, ésta tiene por objetivo principal ofrecer ideas y pistas para comprender el hecho de ser sujetos sexuados; conocerlo lleva a valorarlo.
Tras abandonar el gran público se dedicó por entero a la investigación y la docencia en los Estudios de Posgrado de Sexología, de los que es director y que desde 1993 realizan en convenio con la Universidad de Alcalá. Es también director de la Revista Española de Sexología.
Son bien conocidas sus obras: Ciclos de educación sexual (Fontanella, 1973), La erótica española en sus comienzos (Enlace, 1974), Para hacer el amor como personas (Sedmay, 1975), Guía de los anticonceptivos (1977), País en pubertad, pareja en crisis (Personas, 1979), Amor, sexo y ternura (Adra, 1978).
Como especialista, cabe señalar algunas de sus obras, las más recientes por lo menos, publicadas en Publicaciones de la Española de Sexología: «La letra pequeña de la sexología» (1999); «La letra pequeña de la educación sexual » (2000); «La letra pequeña del asesoramiento sexológico» (2002); «El libro de los sexos: libros de texto de educación sexual y guía del profesorado» (2005)
Desde sus treinta años de actividad científica y profesional responde a nuestras preguntas para ÉXODO.
-Me llama la atención que, cuando en España apenas se escribía abiertamente sobre la sexualidad, te decidieras a cultivar y renovar este campo. ¿Por qué razones?
Yo lo atribuyo a pura casualidad. Acabé la carrera de Sexología en la Universidad de Lovaina en 1971, y cuando llegué aquí lo lógico era trabajar. Muchos me decían que iba a ser difícil, pero era lo lógico. A pesar de las dificultades del principio, siempre ha habido mucho trabajo en este campo. Recuerdo aquellos primeros años como una gran ilusión. Como todos yo viví las censuras y condenas al estilo de los últimos coletazos del franquismo. Tú lo recuerdas también, puesto que nos conocimos en aquellas páginas de la revista Convivencia sexual que fue objeto de secuestros y procesos diversos; pero, sobre todo, fue una forma de iniciar una gran divulgación sexual.
Y así has seguido desde entonces.
Pero en los años ochenta fue otra aventura. Me aburría cada vez más el discurso de la represión y la permisividad que se extendía. Explicar todo por la vía de la represión me parecía y me parece muy empobrecedor, muy reductor. No es que no haya habido represión. Eso está muy claro. Pero no se puede explicar todo por ella. Por eso dejé de escribir durante una serie de años que aproveché para profundizar en algo que me parecía más aportador.
¿Puedes desarrollar esto un poco más?
Desde que acabé mi tesis doctoral tenía una intriga personal pendiente que era entrar a fondo en el legado de las dos generaciones de sexólogos anteriores. Me refiero a las ideas de los autores de las primeras décadas del siglo XX (Havelock Ellis, Magnus Hirschfeld, Iván Bloch, etc.) y los de los años 50 y 60, más conocidos de todos, como eran Kinsey y Masters y Johnson. Esto pude hacerlo al haberme dedicado a la investigación y la docencia en el marco de los Estudios de Posgrado de Sexología que, como sabes, hacemos desde hace muchos años en convenio con la Universidad de Alcalá. Profundizar en estas aportaciones fue para mí algo crucial porque son un auténtico foco de innovación. Creo que las polémicas sobre la represión o no represión -o, como a veces se dice, entre lo prohibido y lo permitido- han desviado la atención de estas aportaciones que yo creo que son de un enorme interés.
¿Podrías indicar, aunque sea de forma muy general, en qué consisten estas aportaciones?
El punto central, por decirlo muy rápidamente, puede ser el axioma de que el sexo es un valor. No en el sentido ético o moral del término -que también-, sino, sobre todo, en su sentido epistemológico. Lo que hicieron de esta forma fue abrir un planteamiento teórico del sexo en términos modernos. El sexo en términos modernos se empezó a plantear tras la Ilustración para indicar la gran cuestión moderna del continuo de los sexos: sus identidades en el mismo plano y, sin embargo, diferenciadas. Y lo que hicieron estas dos generaciones de sexólogos es tomar el sexo en serio.
Esto tiene muy poco que ver con lo que se ha divulgado sobre el sexo. A veces, de una manera simple, hablamos de tres conceptos y no dos: sexo, reproducción y placer son tres conceptos. Y no dos. Con frecuencia, cuando se habla de sexo, de lo que se habla es de reproducción o de placer. El valor del sexo reside en la sexuación. A partir de ahí todo se ve de otra manera. Y las consecuencias son muy grandes.
Como dices, esto es algo muy distinto de la idea que se suele tener del sexo.
Tomar el sexo en términos modernos y en serio es partir de su concepto. Y desde él establecer la lógica de su desarrollo que no son sino las manifestaciones de los distintos modos, matices y peculiaridades de los sujetos sexuados. Seguir este cuerpo teórico es apasionante. Lo primero a lo que nos conduce no es a normativizar el sexo, sino a conocerlo y considerarlo. Los sexólogos de la primera generación crearon un gran número de nociones, como la del continuo de los sexos, la de intersexualidad -todos somos de uno y otro sexo, aunque con dosis distintas de rasgos o caracteres- o la de equilibrio entre los sexos.
De ahí que el principal objetivo del sexo sea sexuar a los sujetos: hacerlos sujetos sexuados. Y de ahí también su aportación principal: que los sujetos se atraen y se comparten, crean relaciones. Los sexos están estructurados para compartirse. Su diferenciación es justamente la clave de sus posibles encuentros. Es este cuerpo teórico el que a mí me parece de un gran interés. Desde él pueden plantearse de forma muy distinta los otros conceptos de placer o reproducción. Pero estas claves explicativas se pierden cuando se va directamente a los planteamientos del sexo como sinónimo de placer, antes para prohibirlo y hoy para permitirlo con unas u otras normas.
Has dicho que te aburría el discurso de la represión y la permisividad. ¿No fue ese discurso de la represión el que produjo la revolución sexual?
Exactamente. Resulta muy curioso lo mucho que se ha hablado de la revolución sexual, tanto en los años treinta como en los sesenta del siglo XX. El discurso de la represión y de la permisividad ha preferido seguir con autores como Freud o Reich (sobre todo este último) de la revolución sexual.
A mí no me ha interesado tanto la revolución sexual. Es más, pienso que ésta no fue sino una excrecencia de la Reforma sexual, que es la que a mí me parece interesante. La Reforma sexual es una cadena de acciones iniciadas en los años veinte por la primera generación de sexólogos. Y fue un movimiento organizado para llevar a la sociedad la obra que se había gestado en estos núcleos de sexólogos.
Se conoce poco de esta Reforma sexual de los sexólogos.
Cuando se estudian las primeras décadas del siglo XX el gran movimiento de interés es éste. Y sólo como una forma de neutralizar a éste aparece ese otro de la revolución sexual animado por la extrema izquierda, a cuyo trapo entrarán las extremas derechas con el tradicionalismo. Lo interesante de la Reforma sexual ha sido su moderación razonable, su carácter dialogante y desde otros contenidos y conceptos. Estos contenidos y conceptos es lo más interesante.
La sección española de la Reforma sexual es un buen ejemplo de ello con líderes bien conocidos como Marañón, en plena producción o la jovencísima Hildegart, que fue el alma de la organización. Lo mismo que Saldana, Juarros, Lucenay, etc., que han dejado una gran cantidad de obras de temática sexológica. Desgraciadamente la guerra civil acabó con todo, lo mismo que unos años antes la subida de Hitler al poder fue liquidando este foco de la Reforma sexual como tantas otras cosas razonables. Cuando se radicalizan las posturas se cierran los debates y la posibilidad de matizar.
Tienes alguna clave que explique la especial severidad del Cristianismo con relación al placer sexual y el pertinaz inmovilismo de la jerarquía católica?
Sobre la severidad del Cristianismo la perspectiva histórica ofrece pistas explicativas fáciles de comprender. Por ejemplo, los griegos planteaban el valor de la Erótica. Junto a este valor no les preocupó de forma especial lo que ellos llamaban porneia (la actual porno), que es lo que el cristianismo de los primeros siglos (sobre todo del IV en adelante) empiezan a tomar como tema especial de preocupación para condenarla bajo la noción de fornicatio o vicio de la lujuria. Tengo la impresión de que hay un estancamiento de ideas impresionante. Las sociedades modernas necesitan hoy otras ideas. No se trata de lo de siempre. Ha habido cambios sustanciales. Y a ellos no creo que se pueda responder con unas ideas periclitadas.
¿Dispone hoy la juventud de un bagaje cultural que le asegure una mejor comprensión y vivencia de la sexualidad o le llegan otros enfoques negativos perturbadores? ¿Qué mojones les pondrías en el camino para prevenirles y orientarles?
Las ideas antiguas tienen hoy un riesgo que es el de quedarse anclado en ellas pensando que el sexo es una cuestión de follar o no follar como en otro tiempo lo fue de fornicación o no fornicación. Muchos, desde esa idea antigua, se conforman con la prevención de enfermedades o de embarazos no deseados. A mí me parece imprescindible la educación sexual, pero no sólo para la prevención, sino para la promoción de una idea moderna del sexo como valor.
¿Qué piensas de la preocupación por el tema de los abusos?
Este tema, hoy muy en candelero, es un ejemplo de cómo la educación sexual ha ido convirtiéndose en una asistencia o prevención en lugar de una promoción del sexo como valor. Esa reducción ha hecho que se refuerce más y más la vieja idea de la división entre lo normal y lo anormal de forma que todo lo que se salga de lo normal sea considerado enfermizo y desviado. O, por definición, peligroso. Es el camino de la criminalización del sexo. Lo que el sexo necesita es un horizonte nuevo: otra mirada, otra consideración.
Havelock Ellis escribió en los primeros años del siglo XX: Entre los sexos se dan más valores cultivables que problemas tratables. Pero nos empeñamos en crear más y más problemas en lugar de explorar los valores del sexo. A falta de una idea moderna de sexo estamos entrando al trapo de un puritanismo importado con una serie de persecuciones de conductas estigmatizadas por este mismo puritanismo cada vez más fomentado. Es una forma de envenenar las relaciones y de desconfiar unos de otros. Si un enfoque del sexo como valor ofrece poder conocerlo y cultivarlo, la desidia y el poco interés por una buena educación sexual constituye un riesgo que en nuestros días lleva el nombre de criminalización.
¿Cómo ves el fenómeno de la violencia sexual?
Recuerdo la conferencia del viejo Profesor John Money en el X Congreso Mundial de Sexología celebrado en Amsterdam en 1991. Se dirigió a los europeos para que no siguiéramos la senda norteamericana de lo que él llamó «industria de los abusos y agresiones sexuales». Yo soy, por definición, contrario a toda clase de guerra o violencia. Me repugna. Y tal vez por eso sea muy crítico con el gran montaje que se ha hecho en torno a esta clase de violencia. Hay dos nociones que no casan: una es el sexo y otra es la violencia. Mi hipótesis es que mientras no se entienda este montaje que se ha pretendido hacer con la fusión de esos dos conceptos incasables no entenderemos lo que sucede. Lo más indicador de la advertencia del Profesor Money es el término «industria». La misma que se usa para la guerra. La violencia entre los sexos es un asunto más organizado de lo que ingenuamente suele pensarse cuando se alude al machismo.
¿Qué impacto ves que puede significar internet sobre el sexo en nuestros días?
Uno muy bueno de comunicación a todos los niveles: de conocimientos, de contactos, etc. Y otro que aún no ha sido evaluado. Me refiero al fenómeno de la pornografización del sexo. Cuando digo pornografización no me refiero a la pornografía, sino a la forma pornográfica de acercarse al sexo a través de sus representaciones parciales. Es lo que a veces solemos decir con la fórmula de que los genitales no dejan ver el sexo. Es bien sabido que la pornografía se nutre de un exceso de presencia de los genitales sobre el sexo, de la excitación comercial sobre el deseo de encuentro. Pero el fenómeno no es exclusivo de internet aunque en este parezca más visible. Para todo esto es importante una buena educación sexual.
En el momento actual ¿ves que la Iglesia Católica y la Sociedad caminan en paralelo (distantes y contrapuestas) o en diálogo y convergencia?
Yo recuerdo, como todos, el fenómeno que representó el Concilio Vaticano II en la sociedad española, especialmente por la necesidad de cambios y de renovaciones. Y, sobre todo, de diálogo y debate. De esto han pasado muchos años. Y hoy la Iglesia se ha quedado muy atrás, muy atrapada en viejos planteamientos, reacia a dar pasos de diálogo con la sociedad, y por eso la veo muy separada de lo que se entiende por sexo en una sociedad avanzada. Lo sucedido en España con motivo de la aprobación del matrimonio civil entre personas del mismo sexo puede ser una muestra de esa divergencia.
A propósito, ¿cómo ves tú el matrimonio entre personas del mismo sexo?
La ampliación de los derechos para todos en una sociedad avanzada ha sido la pieza más importante que se ha planteado. Pero para mí, como sexólogo y, sobre todo, como historiador de la Sexología, el punto más interesante de ese reto es que la sociedad pide y acepta un nuevo concepto de sexo. O por decirlo más claro, de sujetos sexuados como fuente de variedad y diversidad. La sexuación de los sujetos no se rige ya por las reglas de la naturaleza, sino por la lógica de las biografías y sus historias. O, por decirlo de forma más clara, por sus deseos y posibilidades. Este punto me parece de un gran interés para poder replantear y desatascar una gran lista de fenómenos considerados tradicionalmente como anormales y que no son sino formas distintas de esa variedad de los mismos sujetos por razón de sexo. Este punto constituye en Sexología un puntal lleno de sorpresas sobre nociones teóricas nuevas que es preciso plantear si se quiere no quedarse anclado en el pasado. Dicho de otra forma, lo que más me ha interesado es cómo la sociedad hoy ha aceptado que los homosexuales sean pareja con todas las consecuencias y, además, constituyan matrimonios con toda la fuerza de la ley. Es evidente que la sociedad no se plantea conceptos intrincados como nos planteamos los sexólogos, pero la sensibilidad moderna busca una coherencia nueva. Y este caso es un ejemplo de ello.
Te has referido en varias ocasiones a la Educación sexual. ¿Cuál es tu planteamiento hoy sobre ella?
Yo participé en una forma nueva de hacer educación sexual a través del formato conocido como «ciclos de educación sexual». Lo que se logró entre los años setenta y ochenta fue cortar el sistema de charlas e iniciar el de ciclos o series de coloquios abiertos, luego los han dado el nombre de talleres, etc. En los últimos años hemos elaborado un plan que llaman idealista e imposible. Pero también decían lo mismo, en su día, del formato de los ciclos. Se trata de la asignatura optativa de educación de los sexos. La asignatura optativa se basa en las ideas y conceptos y no sólo en las actitudes y, desde luego, no en la prevención. No quiero decir que no sirva para la prevención de riesgos. Al revés, incluso son más eficaces. Pero sucede que en los últimos años lo que se ha hecho ha sido cada vez más prevención; y eso, bajo el chantaje de la urgencia, deja fuera lo más importante que es la educación de los sexos como un valor.
Lo que plantea la asignatura optativa de la educación de los sexos como novedad es un gran cuadro teórico de contenidos que no son objeto de información, sino de estudio y de debate. Y es una apuesta por una idea de sexo pensando en el futuro más que en el pasado. Por eso se trata de una gran apuesta.
¿Podrías expresar a modo de flash algunos puntos que te parezcan de interés?
En nuestros medios hablamos a veces de sexologemas para indicar una serie de axiomas básicos de la sexología de esta primera y segunda generación. Expresados con un poco más de amplitud he aquí algunos.
La antigua concepción del sexo se basó en el locus genitalis y en la cópula; el moderno paradigma de los sexos ofrece un nuevo ars amandi y formas nuevas de relación.
Frente al sexo que se ha divulgado, hecho de miserias, de miedos y peligros, el sexo que plantean los sexólogos de la primera y segunda generación es un campo de riqueza. Y por eso nos invitan a conocerlo y cultivarlo.
Se ha reducido el sexo a una práctica, una conducta. Lo que el sexo necesita es más teoría, más estudio y más conocimiento. Estamos en un momento apasionante para dar un paso hacia una forma distinta de ver el sexo, pero esto requiere un planteamiento teórico nuevo.
Frente a un sexo de miseria, hecho de moral y de fisiología, lo que se plantea hoy con más interés es una epistemología de los sexos. Y lo mismo que sucede cuando los árboles no dejan ver el bosque, la obsesión por los genitalia no deja ver el sexo.
La educación sexual necesita una sacudida para que no se reduzca a una prevención de riesgos y peligros sociales o sanitarios. Como toda educación, ésta tiene por objetivo principal ofrecer ideas y pistas para comprender el hecho de ser sujetos sexuados; conocerlo lleva a valorarlo.
2 Comentarios:
Que interesante, tendré que leerlo con más detenimiento cuando esté menos estresada, porque da para mucha reflexión :-)
¡Vaya con el teólogo! No me extraña que haya tenido problemas con la Iglesia...
Pues sí, ¡vaya con la Iglesia! que ignora a sus teólogos... ;-)
En cuanto tenga un poco de tiempo, pondré una entrada aclarando conceptos para facilitar su lectura.
Por cierto, Miss, espero que te hayan ido bien los finales.
Un saludo.
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