Anoche conecto mi cargador al móvil y enchufo éste a la red cuando con un seco "¡PA!" me estalla a pocos milímetros de mis dedos. Por suerte, no me pasa nada salvo el susto y la confusión de qué ha pasado. Al parecer, según mi padre que es electricista, se ha producido un cortocircuito. Con la factura en la mano y el previo asesoramiento de un amigo abogado*, me dirijo ésta mañana a la tienda, pues el cargador es nuevo. Entablo el siguiente diálogo con la dependienta:
-Hola, he tenido un pequeño problema con el cargador que me vendisteis el jueves...
-¿Qué ha pasado?
Sacándolo de una bolsa, se lo enseño y le cuento.
-Huy, ya veo. Pues lo siento, pero
no voy a poder devolverte el dinero ni darte uno nuevo porque éso sólo se hace cuando ha habido algún defecto.-¡¿?! Pero... si ha estallado es por que evidentemente
estaba defectuoso.
-Ya pero es que éste ha estallado, no es que no funcione...
-¡¿?! Vale, entonces, dame la Hoja de Reclamaciones, por favor.
-Eh... uh..., espera un momento, por favor.
Examina los restos del cargador y los levanta con un boli. "No me atrevo a cogerlo. Qué miedo". Es lógico, corre el riesgo de que un cargador desenchufado la cortocircuite alguna neurona y súbitamente aparezca un pensamiento racional por su mente. Se va a un almacén cercano, supongo que a preguntar a alguien con el cerebro completo. Dos minutos después vuelve, aún sosteniendo el destrozado cargador lejos de sí.
-Eh..., vale, he hablado con mi compañera y me dice que sí, que te podemos dar uno nuevo.
¿Es o no imbécil?
*Por si acaso, hay que tener amigos hasta en el infierno.